EL COMITÉ

Las oficinas de Propiedad Industrial dedican una parte importante de sus actividades y recursos a las relaciones internacionales. Ello se debe a que prácticamente todos los Estados poseen una oficina encargada de la propiedad industrial, un único organismo, incluso en aquellos Estados con una estructura federal, puesto que los derechos de propiedad industrial son territoriales, es decir se deben solicitar en cada estado, aunque existan algunas patentes regionales, con efectos simultáneos en varios estados.  En las Oficinas de Propiedad Industrial europeas las relaciones internacionales se focalizan en tres grandes organismos: La Oficina Europea de Patentes – EPO (sedes en Múnich, La Haya, Viena y Berlín), la Oficina Europea del Mercado Interior – EUIPO (sede en Alicante) y la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual – OMPI (sede en Ginebra). Por ello, los funcionarios que por suerte o desgracia allí trabajan tienen que viajar en ocasiones a estos organismos, aunque la pandemia y la rápida implantación de las reuniones híbridas han reducido considerablemente el número de viajes.

Arnaldo, con tareas centradas en las patentes tenía como destinos habituales la Oficina Europea de Patentes y en menor medida la OMPI y durante un período de unos 12 años tuvo que visitar Ginebra de forma regular, una o dos veces al año.

Nuestro funcionario ya en el pasado había viajado a Ginebra para asistir, en sustitución de un compañero, a las reuniones que para actualizar la CIP (Clasificación Internacional de Patentes) establecida por el Arreglo de Estrasburgo se celebran periódicamente en la sede de la OMPI. Allí comprobó personalmente que era posible mantener enconados debates de varias horas de duración sobre cuál era la posición más adecuada de una coma.

El período de 12 años comenzó, sin embargo, años después. El primer semestre de ese año, el país en el que se encuentra la Oficina donde Arnaldo trabajaba había ostentado la presidencia europea y el organismo había tenido una actividad frenética, incluso con una funcionaria residente en Ginebra durante varios meses. Una vez concluida esa etapa era preciso dar continuidad a la participación de la Oficina en los diversos comités que se reúnen en la OMPI con distintas periodicidades.

Al oscuro funcionario le correspondió acudir a un Comité supuestamente muy relevante en materia de patentes aunque a priori parecía una exageración y como Arnaldo también era obediente, allí se dirigió con la instrucción por parte de su superior jerárquico de seguir los temas con interés. En aquel primer viaje no recuerda haber tenido problemas para conseguir un hotel decente. En aquel año las dietas de alojamiento y manutención establecidas en un añejo Decreto aún permitían viajar sin mayores problemas, o quizás tuvo suerte con las fechas de la reunión, principios de octubre. Eso sí, estaban en plena crisis económica y sólo un funcionario podía desplazarse. El viaje de un par de funcionarios, como había venido siendo habitual, se consideraba un lujo intolerable en esos años de recortes salariales.

Tras leerse la numerosa documentación sobre temas, a priori muy técnicos y relacionados con el derecho de patentes su sorpresa fue mayúscula, por decir algo, cuando el diplomático allí desplazado (prácticamente todos los estados tienen un diplomático de la representación permanente ante las Naciones Unidas en Ginebra encargado de los intereses nacionales ante la OMPI, incluyendo el lograr que nacionales logren puestos en dicho organismo) le dijo, tras intercambiar unas breves palabras, que se sorprendía de que Arnaldo fuera un novato en la materia, lo cual no parecía lo más adecuado cuando la OMPI y más concretamente ese Comité era un “nido de espías”…..

Nuestro protagonista no tardó en comprender que el ambiente no era el mejor en el Comité, que se recuperaba de la suspensión acaecida unos años antes cuando se había abandonado el objetivo para el que se había constituido: La redacción de un tratado de derecho sustantivo de patentes tras la aprobación de otro de armonización de formalidades. Desde entonces, las discusiones se centraban en determinar qué estudios o documentos elaboraría la OMPI o qué actividades organizaría la OMPI para la siguiente sesión. Para ello el Comité se había venido reuniendo un par de veces al año.

El funcionario gris, obediente y con un trabajo excesivamente técnico se dio cuenta que se encontraba en el lugar equivocado, un edificio con solera y una sala de reuniones que parecía anclada en los años 60 del siglo XX y en la que las discusiones, muy viscerales se centraban en las bondades y maldades del sistema de patentes, especialmente por lo que se refiere a su relación con los medicamentos. El funcionario siguió acudiendo a las reuniones, normalmente una en otoño-invierno y otra en primavera-verano, comenzó a sufrir los efectos de la depreciación del euro frente al franco suizo, pagó la novatada de utilizar su teléfono móvil en la “isla” suiza donde no se conocía el “roaming” y tuvo que acudir a hoteles lejanos, en Francia o muy humildes, aunque aún podía disfrutar de lujos como un baño individual, o permitirse alguna cena muy, muy frugal o un menú de alguna cadena internacional de hamburgueserías.

Tras ver en acción a diplomáticos estadounidenses, suizos, alemanes, argelinos, indios, brasileños, iraníes, sudafricanos y de otros estados, comprendió, no sin sorpresa, que el objetivo de todas las partes era evitar que el Comité funcionara. En unos casos porque ello podría llevar a la denostada armonización internacional del derecho de patentes, que como se había visto tras la aplicación de los ADPIC, supuestamente perjudicaba la economía de los países menos desarrollados o en vías de desarrollo y en otros porque de tratarse temas sustantivos en el comité, ello se haría desde el punto de vista del “tercer mundo” que habría logrado que una llamada “Agenda del Desarrollo” fuera omnipresente en la OMPI en esos años.

Nuestro protagonista tenía dos opciones, dormitar en las interminables sesiones del plenario tras haber escuchado las mismas declaraciones de los coordinadores de los Grupos Regionales (allí los estados se agrupaban geográficamente) durante varias sesiones consecutivas o tratar de cambiar la situación. Dado que su formación era técnica, conocía la dificultad que entrañaba la evaluación de un determinado requisito de patentabilidad y como era algo ingenuo, consideró que podría intentar que los recursos que la OMPI ponía a disposición de los Estados Miembros del Comité produjeran algo de interés para los profesionales del mundo de las patentes y para la sociedad en general.

Por ello y siguiendo la técnica empleada para la presentación de algunas propuestas ya en discusión en el Comité elaboró un escrito sugiriendo el estudio en profundidad de un requisito difícil de evaluar por los profesionales del mundo de las patentes. El funcionario informó a sus superiores y a algunos colegas de su oficina que si no se opusieron tampoco mostraron entusiasmo. Alguno comentó que “tenía mucho tiempo libre” para dedicarse a algo así. La presentación de la propuesta ante el Comité tampoco fue recibida con interés, para unos era un intento de impulsar la armonización, para otros una pérdida de tiempo. Sólo algunos técnicos ingenuos la apoyaron de forma tímida.

Las sesiones del Comité y los años transcurrían lentamente, las condiciones de viaje fueron empeorando, la cena quedó descartada y una compra en un supermercado barato la sustituía. Cuando alguna de las reuniones coincidía con una feria internacional, tan frecuentes en Ginebra, las circunstancias del alojamiento empeoraban incluso más. En una ocasión Arnaldo tuvo que alojarse a 40 km de distancia en Francia, en otra en una pensión con baño compartido.

Una y otra vez Arnaldo trataba de vender las bondades de su propuesta, perdón, de la propuesta de su país para estudiar ese requisito tan complicado de patentabilidad, en el plenario, en las reuniones de coordinación de su grupo regional, que en este caso eran dos al pertenecer también su país a la Unión Europea, sin demasiado éxito. Mientras tanto, el enconamiento se cebaba con el comité. Dado que raramente se llegaba a un acuerdo sobre lo que la OMPI debía organizar o preparar para la siguiente sesión, en ocasiones gran parte del tiempo se dedicaba a reuniones de los coordinadores regionales, que competían en algunas de las salas del edificio para mostrar quien era más radical en su defensa o ataque al sistema de patentes. Muchos delegados, el presidente de turno y el personal de la OMPI contemplaban atónitos el espectáculo, que en muchas ocasiones terminaba a las tantas de la madrugada, sin acuerdo o con uno de mínimos, con lo que la situación se volvía a repetir en la siguiente sesión del Comité, unos seis meses más tarde, al carecer el orden del día del Comité de un contenido significativo.

El último día de cada sesión del Comité estaba rodeado de enorme tensión. Siempre existía incertidumbre sobre lo que ocurriría. El gris funcionario fue testigo de situaciones dignas de una película de suspense.

En una oportunidad Arnaldo se vio involucrado directamente en esta extraña situación en la que casi todos competían por dinamitar el Comité. Uno de los Estados más poderosos pretendía bloquear el acuerdo sobre las actividades a realizar en la siguiente sesión del Comité, pero escudándose en su grupo regional, al cual también pertenecía el país de Arnaldo. En aquellos años Arnaldo había entablado amistad con el diplomático de su país que se ocupaba de estos asuntos y estaban en sintonía en cuanto a la necesidad de lograr que el Comité siguiera funcionando. Este diplomático intervino en varias ocasiones para facilitar que se lograra un acuerdo sobre el contenido de la siguiente sesión y la OMPI le estaba muy agradecido. Como Arnaldo, el diplomático estaba indignado con la utilización que ese y otros estados estaban realizando del grupo regional para torpedear el funcionamiento del Comité. El diplomático tenía que abandonar Ginebra la última tarde de la sesión y Arnaldo tuvo que desprenderse de su tono grisáceo y situarse bajo los focos para señalar que su país podía aceptar el acuerdo ya consensuado en gran medida con los otros grupos regionales y que si algún estado miembro del grupo regional deseaba bloquear el acuerdo debería hacerlo en el plenario y no esconderse tras el grupo regional. Finalmente, ese estado decidió no manchar su imagen en el plenario y aparecer como el culpable de la falta de acuerdo, el cual se logró en último término. Esa tarde Arnaldo sintió que los ojos de unos cuantos delegados le atravesaban como puñales y temió aparecer flotando en las aguas del lago Leman.

De esos años con ambiente de guerra fría dos momentos quedaron grabados en la memoria del gris funcionario. Tras intensas negociaciones para tratar de llegar a un o acuerdo sobre las actividades de la próxima sesión, éste parecía haberse logrado. Sin embargo, aún quedaba lo que habitualmente se consideraba un trámite, la lectura del resumen del presidente, incluyendo esas actividades futuras para posteriormente aprobarlo. El presidente leyó su resumen y antes de golpear el mazo, que simbolizaba la aprobación, concedió unos instantes de cortesía para posibles comentarios de las delegaciones. Se disponía a descender el mazo cuando un delegado de un país, digamos que conflictivo, alzó su brazo. Los dos altos cargos de la OMPI que se encontraban en el estrado, a ambos lados del presidente, comenzaron a sudar profusamente. El delegado manifestó su desacuerdo y afirmó tajantemente que no podía aprobar el resumen. El vicepresidente de la OMPI se dirigió hacia el delegado reprochándole su actitud. Se sucedieron diversas conversaciones tratando de que el delegado rebelde reconsiderara su posición, pero sin éxito. Las caras de los empleados de la OMPI eran un poema….. Todos los delegados, incluido Arnaldo, regresaron a sus “capitales” con la sensación de haber derrochado no sólo el tiempo sino numerosos recursos durante una semana alejados de sus hogares.

En otra ocasión y en plena crisis sanitaria en África occidental a causa del Ébola, el grupo africano se plantó ante la negativa de otro grupo a incluir en el acuerdo una actividad relativa a las conocidas como licencias obligatorias. Uno de los delegados del grupo pronunció un discurso denunciando la falta de empatía de ciertas delegaciones que se negaban a realizar esa concesión cuando en sus países la gente moría en las calles. Arnaldo no puedo evitar sentir empatía a su vez con esa declaración.

Pasó el tiempo, hubo cambios de gobierno en algunos estados, cambiaron las personas que asistían a estas reuniones, y muy especialmente los coordinadores regionales y todo ello contribuyó a que mejorara el ambiente del Comité y fuera posible terminar las reuniones con acuerdo sobre las actividades de la siguiente sesión a una hora razonable. El funcionario gris fue adquiriendo algo de color y aprovechando el contexto favorable logró que dos propuestas de su país, en ocasiones conjuntas con otros países, se incluyeran en el orden del día. Todo esto y el conocimiento que iba adquiriendo de todo lo que giraba alrededor del Comité le llevo a barajar la posibilidad de presentar su candidatura a la presidencia. Tradicionalmente y con algunas excepciones los puestos de presidentes de los Comités son ocupados por Directores o altos cargos de la Oficinas de Propiedad Industrial, embajadores o personalidades en materia de PI de los estados miembros. Sin embargo, Arnaldo había observado que estos presidentes no conocían el Comité en profundidad y ello dificultaba su labor. Por ello se lanzó a presentar su candidatura y apoyado por la misión permanente de su país logró el objetivo de presidir el Comité.

A Arnaldo casi siempre le resultaba arduo obtener sus objetivos y no fue diferente en esta ocasión. Fue preciso compartir el mandato con el candidato de otro estado miembro del Comité que se había adelantado y había hecho uso del conocido como “silencio administrativo” o “silence procedure”.

Luego estalló la pandemia y tuvo que viajar en plena crisis sanitaria en sendas ocasiones, a Ginebra. Cuando fue elegido por primera vez, se trató del único “no residente” en esa ciudad que se había desplazado hasta la OMPI. Además, su elección estuvo en peligro cuando la presentación como candidato a una de las vicepresidencias del delegado de un país con una situación interna y externa complicada provocó el veto de ciertos estados y grupos muy poderosos. La primera jornada de esa primera sesión celebrada en la pandemia y de forma totalmente telemática (con la excepción del presidente) estuvo dedicada a declaraciones enconadas a favor y en contra del representante de ese país. Finalmente, Arnaldo fue elegido, pero la situación fue desagradable y el malestar se mantuvo durante toda esa sesión del comité.

La elección de Arnaldo fue acogida con alegría en su oficina, que hizo gala del éxito que ello suponía para la misma y su dirección. Incluso llegó a publicarse en la web de la Oficina que la presidencia del Comité por parte del país en cuestión propondría y moderaría los debates en consonancia con las políticas de la Unión Europea, a la cual pertenece el estado del que Arnaldo es nacional. Ante tal nota, el funcionario solo deseaba que no fuera leída por mucha gente, porque la misma denotaba un conocimiento muy escaso de lo que suponía presidir un comité en esa organización.

Sólo la última sesión que presidió se desarrolló con un gran número de delegados asistiendo presencialmente. Afortunadamente, el ambiente era ahora más relajado y Arnaldo pudo despedir su presidencia con acuerdo sobre las actividades futuras en las tres ocasiones en que presidió el comité.

Aunque la atmósfera del Comité había mejorado considerablemente, las dificultades económicas asociadas a los viajes a Ginebra habían empeorado, lo cual no era de extrañar, teniendo en cuenta la inflación rampante que se vivía. De hecho, no había logrado que le pagaran el desayuno en el hotel en el que se alojaba, el cual tuvo que abonar de su bolsillo. Tras 12 años, la visibilidad de su país en el Comité era difícil de igualar, pero el hecho apenas tuvo repercusión en su oficina. Sin embargo, en la mente del funcionario, que a pasos agigantados recobraba su tradicional tono gris, resonaba una y otra vez durante su regreso desde Ginebra la misma frase: “no te van a pagar el desayuno”, “no te van a pagar el desayuno”.

Nota del autor: Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia

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