En una entrada anterior del blog dedicada a “sexo, moralidad y patentes” introducía el tema de las patentes y el sexo con una referencia a la conocida obra “Eva Luna” de Isabel Allende, donde se hace alusión a las patentes, pero sobre unas invenciones muy peculiares. Al relatarse en la novela el período en el que Eva Luna residía en un prostíbulo, se menciona que la madama (“madame”) era muy emprendedora e incluso que había inventado una serie de dispositivos que no pudo patentar por falta de financiación:
“Otra se habría resignado a ejercer su oficio en forma tradicional, pero ella era mujer de iniciativas originales. Inventó unos estrafalarios juguetes con los cuales pensaba invadir el mercado, pero no consiguió a nadie dispuesto a financiarlos. Por falta de visión comercial en el país, esa idea _ como tantas otras_ fue arrebatada por los norteamericanos que ahora tienen las patentes y venden sus modelos por todo el orbe. El pene telescópico a manivela, el dedo a pilas y el seno infalible con pezones de caramelo fueron creaciones suyas y si le pagaran el porcentaje al cual en justicia tiene derecho, sería millonaria.”

Siguiendo ese lugar común tan repetido cuando se conocen noticias sorprendentes semejantes a historias que ya se “vivieron” en la literatura o cinematografía, de que la realidad siempre supera a la ficción, en los últimos años han aparecido en la prensa uruguaya una serie de artículos, entrevistas sobre una historia que podría rivalizar con ese párrafo de “Eva Luna”. En concreto se nos informaba de que Naná (Nelly María González), de 86 años, la dueña del prostíbulo más conocido de Uruguay, en Punta del Este, había patentado un invento en los EE. UU. que iba a revolucionar las prácticas sexuales. En la primera entrevista en 2019, Naná señalaba que su principal problema para el lanzamiento comercial de su invención era que no se le había concedido un visado para viajar a los EE. UU. La invención es un protector bucal para practicar de forma segura sexo oral anal y clitoriano.

Tras realizar una búsqueda en las bases de datos de patentes gratuitas disponibles en internet, no ha sido posible encontrar una patente sobre una invención en la que Naná figurara como inventora o solicitante. Sin embargo, se ha hallado una patente obtenida en los EE. UU. en el año 2012 sobre el mismo invento y en el que figura como inventor un uruguayo residente en Punta del Este. Los dibujos incluidos en el documento de patente coinciden con los mostrados en algunas de las fotos que acompañan a las entrevistas con Naná. Se deduce que debe haber alguna conexión entre esta persona y Naná, aunque se desconoce qué tipo de relación.
La patente estadounidense es la de número US8141554B2, concedida el 27/03/2012 reivindicando la prioridad uruguaya UY30607A (posteriormente abandonada) y con patente de la familia también en Argentina AR068162A.


La segunda entrevista con Naná se realizó en enero de este año (2022), cuando Naná estaba a punto de cumplir de 89 años. La inventora “solo se preocupa por una cosa; conseguir que su invento se venda fuera del país”. Resulta reseñable que una inventora con 89 años siga mostrando esa insistencia en lograr el éxito comercial de su invención, un ejemplo muy claro de lo que es un inventor, que nunca ceja en su obsesión, en su ilusión por lograr el éxito de su invención. Naná tiene una gran fe en su dispositivo: “Detrás de la revista guarda la patente estadounidense, que luce una escarapela que acaricia como si se tratara de un símbolo sagrado. Detrás de ese documento está el invento: dos círculos de silicona que según ella valen millones de dólares”.
En la actualidad Naná busca la ayuda del gobierno uruguayo y sigue sin conseguir la visa para visitar los Estados Unidos en misión comercial.
Indudablemente se puede decir que la realidad superó a la ficción; aunque Naná no ha podido comercializar su invención, al menos fue capaz de patentarla, a diferencia de lo que ocurrió con el personaje de “Eva Luna”.
Para finalizar esta breve nota sólo queda desear que Naná pueda cumplir su sueño y les recomiendo la lectura de las dos entrevistas publicadas en el diario “El País” de Uruguay y realizadas por la periodista Mariángel Solomita.
Leopoldo Belda Soriano
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